Así se infiltró el cártel de cocaína de los Balcanes en los barcos de la mayor naviera del mundo

Así se infiltró el cártel de cocaína de los Balcanes en los barcos de la mayor naviera del mundo

La Mediterranean Shipping Company, más conocida como MSC, es la naviera más grande del mundo, con una flota que representa casi 20% de todo el comercio marítimo de contenedores. Es una de las pocas empresas del sector importantes que no cotiza en bolsa y, aunque publica los estados financieros de su línea de cruceros, no de su negocio de carga. Además, es el principal empleador de marineros de Montenegro con cerca de 2.250 tripulantes de los 6.000 que hay en ese país. Una combinación de factores aparentemente inofensiva que, sin embargo, terminó saliéndole muy cara a la compañía, pues fue la que hizo que el cártel de contrabando de cocaína de los Balcanes decidiera infiltrarse en ella para llevar a cabo sus actividades delictivas. Esta es la historia de cómo sucedió.

El origen de este cártel se remonta al conflicto bélico que estalló en esa región en la década de 1990. En un principio, nacieron como grupos militares privados, compuestos por ex policías y ex agentes de inteligencia a los que les unía una lengua común, el serbocroata. Cuando acabó la guerra, muchos de ellos se enfocaron entonces en el tráfico de armas, el robo de vehículos, el blanqueo de dinero y el contrabando de cocaína, de donde las autoridades estadounidenses creen que proceden casi todos los ingresos de esta organización criminal.

Para mover la droga, el cártel puso en marcha una red logística que se extendía a lo largo y ancho del océano Atlántico, con asociaciones con los productores locales de cocaína en América Latina y una red de distribución mayorista en Europa. Al principio, también adquirieron sus propios barcos para trasladar la mercancía, pero pronto vieron que era mejor introducir marineros corruptos en los portacontenedores de las grandes navieras, entre ellas MSC. Para ello, recurrieron a una agencia de contratación de tripulantes de la región de los Balcanes, conocidos por su tradición marítima y su formación en el oficio. El cártel operó así durante bastante tiempo, hasta que en 2016 la compañía supo de la existencia de esta red gracias a una investigación de la Europol.

No obstante, esto no supuso más que un pequeño contratiempo. Ese mismo año, se completó la ampliación del Canal de Panamá gracias a la cual se dio acceso a buques de gran tamaño y se triplicó el volumen de carga que podía pasar por él. MSC fue una de las navieras que se vio beneficiada con esta nueva infraestructura, pues permitía a la compañía utilizar barcos más grandes para transportar fruta y verdura desde Perú y Colombia a los puertos del norte de Europa haciendo escala en las Bahamas y Filadelfia. Asimismo, esto abrió una nueva ventana de oportunidades comerciales para el cártel de los Balcanes.

A partir de entonces, se incrementó considerablemente el flujo de cocaína que entraba en el viejo continente, lo que puso en alerta a las autoridades europeas. En colaboración con sus homólogos de EEUU, descubrieron que algunos de los barcos conocidos por transportar droga a Europa hacían previamente escala en puertos estadounidenses. Sin embargo, no consiguieron averiguar ni cómo ni dónde escondían los traficantes el cargamento para no ser encontrado durante las redadas. 

En 2017, los agentes empezaron a abordar buques de carga a medida que se acercaban a Filadelfia, examinando los cuartos de la tripulación, las salas de máquinas, incluso el eje de la hélice de un barco, pero casi siempre sin éxito. Pese a esto, las redadas no fueron totalmente infructuosas: les permitieron aislar individualmente a los miembros de las tripulaciones y descubrir que el cártel utilizaba marineros balcánicos a bordo de los barcos de MSC para cargar las drogas mientras los buques estaban en alta mar. La organización elegía a estos trabajadores porque tenían acceso a datos clave, como la ubicación y el destino de los contenedores, por lo que sabían en qué cajas había espacio para meter grandes cantidades de cocaína y podían distribuirlas de tal manera que fuera imposible detectarlas en un registro aduanero. Según recoge Business Week de Bloomberg, la organización pagaba a estos hombres 50.000 dólares o más por cada operación, dependiendo del papel que desempeñase en la misma.

Por otro lado, las autoridades también pudieron averiguar cómo llegaba la droga hasta los barcos. En concreto, el modus operandi de la organización criminal era el siguiente: cuando caía la noche, se aproximaban al barco pequeñas lanchas motoras cargadas con bolsas de cocaína que se depositaban en enormes redes que, a continuación, eran subidas a la embarcación mediante grúas controladas por los marineros corruptos. Una vez a bordo, escondían la mercancía en los contenedores de la bodega rompiendo el precinto de seguridad de MSC, sustituyéndolo después por uno falso. Algunas veces incluso tenían que cortar cables de acero o doblar varas metálicas, lo que les obligaba a usar un soltador y pintura para que no se notaran los daños. Y todo ello sin que el buque se parara ni una sola vez.

Gracias a estas averiguaciones, los agentes llevaron a cabo la mayor redada de la historia marítima de EEUU: en el Gayene, propiedad de MSC, encontraron más de 15.000 ladrillos de cocaína, con un peso de casi 20 toneladas y un valor estimado en la calle superior a 1.000 millones de dólares. Como parte de la operación, las autoridades detuvieron a los marineros corruptos. Además, incautaron el propio barco, valorado en más de 100 millones de dólares. Una situación del todo inusual que le costó a la naviera un pago en efectivo de 10 millones de dólares y una fianza de 40 millones de dólares, así como la promesa de que cooperaría con cualquier investigación en curso.

Desde entonces, MSC y el Gobierno de EEUU están inmersos en una batalla legal. Mientras que los funcionarios de aduanas han estado presionando a la empresa para que pague más de 700 millones de dólares en sanciones, los fiscales de la Oficina del Fiscal del Distrito Este de Pensilvania han presentado una demanda civil en la que sostienen que la naviera, como operador del Gayane, es responsable del tráfico de drogas y, por ello, se debe confiscar el buque o una parte sustancial de su valor. La compañía, por su parte, cuestiona aspectos clave de la versión de los hechos del gobierno y sostiene que fue víctima de los traficantes, no cómplice. Además, asegura que, a día de hoy, es considerada “con diferencia, la líder del sector en la lucha contra el contrabando”.

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